Con esta lectura del Miércoles de ceniza, comenzó la Cuaresma:

 ¡Tocad la trompeta en Sión, promulgad un ayuno, convocad la asamblea, congregad al pueblo, purificad la comunidad!

El papa Francisco nos dice que comienza con el sonido fuerte de una trompeta que quiere llamarte la atención, casi ¡romperte un tímpano! …para obligarnos a bajar el ritmo, a frenar con motor, a meter el freno de mano y detenernos un poco para verificar si vamos por buen camino…¿vas a alguna parte con tus días?… ¿le apuntas a lo esencial? ¿de qué parte estás, – dice el papa – del fuego que permanece o de las cenizas que se apagan?

“La cuaresma es el despertador del alma”…que te saca del sueño de la distracción, y te invita a hacer ayuno de lo superfluo, de lo que nos distrae…y te permite escuchar la voz de Dios que nos dice: “Conviértete a mí”.

Pero sigue la lectura y se refiere a los sacerdotes:

Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, ministros de Yahvé,

y digan: «¡Perdona, Yahvé, a tu pueblo, y no entregues tu heredad a la deshonra

y a la burla de las naciones! Que no se diga entre los pueblos: ¿Dónde está su Dios?»

 

¿Cómo será la cuaresma de un sacerdote?…

En muy pocas líneas esta lectura nos da unas enseñanzas interesantes:

a) Llama a los sacerdotes “ministros de Yahvé”...los que contemplan su rostro; los que le presentan las necesidades de sus hermanos; los que reciben las bendiciones de Dios para repartirlas entre la gente…

La semana pasada, visitando una cárcel en la ciudad de México, me decía un recluso: “Con todo respeto “papá”, porque tu eres “copia del Original”...no entendí en el momento, y le pregunté: ¿qué dices?…su respuesta fue: si “papá”, porque tú, eres sagrado”…todavía hoy así ve la gente buena y sencilla a los sacerdotes, ¡qué responsabilidad!

b) La lectura los coloca “entre el atrio y el altar”, es decir en el templo, junto al Señor, en su compañía, en la casa de Dios. Parece como si nos indicara su lugar natural, en donde Dios quiere verlos,… allí y desde allí, pueden cumplir su misión entre el pueblo.

c) “lloren los sacerdotes, y digan: «¡Perdona, Yahvé, a tu pueblo, y no entregues tu heredad a la deshonra y a la burla de las naciones!”

El sacerdote, como Cristo, es Buen Pastor, y en nombre de Cristo lleva hoy sobre sus hombros el destino de su Pueblo; para él la Cuaresma no será solamente el esfuerzo por convertirse, y ser mejor a los ojos de Dios su Padre, sino la misión de “llorar y suplicar” por su Pueblo, para que Dios tenga Misericordia del mundo, para que ante el espectáculo del pecado y el desprecio de Dios, se derrame sobre sus hermanos la gracia de la Misericordia y la conversión.

No está puesto entre los suyos para juzgarlos, sino para presentarlos al Padre como Jesús desde la cruz: “Perdónalos Padre, porque no saben lo que hacen”

 

Autor: P. Hernán Jiménez, LC.

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