Vamos a meditar en otro matiz del encuentro de Jesús con sus primeros discípulos. De nuevo estamos en la playa y Cristo busca con ilusión a los suyos, a los que el Padre le ha dado para su obra de extender el Reino. Tiene “cierta prisa” pues su Corazón Sagrado está henchido de amor por nosotros y quiere iniciar su ministerio… pero requiere ayuda, requiere respuestas generosas.

  1. LA MIRADA DE JESÚS Y LA INVITACIÓN A SEGUIRLE.

La escena sucede cuando esos pescadores, tú y yo o cualquiera, estaba haciendo lo cotidiano. Cristo aparece en sus vidas en medio de lo ordinario, no en grandes sucesos. A veces pretendemos estar seguros de la llamada de Dios a través de medios extraordinarios… en cambio Jesús llama en nuestro ambiente, en lo cotidiano, en la sencillez.

Cristo los vio…pero no los vio como toda la gente que les rodeaba. Cristo les mira diferente. Sin duda alguna el Señor ya les conocía, pues es Dios, y se ilusionaba con ellos. ¿Cuántas veces el Señor también a ti te ha mirado en tu día a día y muchas veces sin que te des cuenta de ello? Me estremezco al imaginar que Jesús al verles saltó en gozo y emoción… pues eran sus futuros apóstoles, sus elegidos, sus colaboradores, sus amigos íntimos. Cristo, cuando te ve, también se alegra… y espera alegrarse más por tu respuesta ante su llamada. Déjate mirar por Él: tus miedos, tus ilusiones, tus proyectos humanos, tu corazón.  A ti también el Señor te mira diferente si bien los demás te ven como un joven bueno, pecador, universitario o bachiller, con novia o sin ella, deportista o no… Jesús elige a hombres sencillos y normales; y sabe a quién elige. El caso es que Dios, por la inquietud que tienes en el corazón, te mira diferente y te mira con amor.

El Señor, no sólo los mira sino que les invita a la más grande misión que un hombre pueda imaginar: ¡ser apóstol colaborador del Señor! Les invita a ser pescadores de hombres, es decir, conquistar a otros hombres para Cristo, a ir por todo el mundo y predicar su evangelio (Cf. Mt. 28, 18-20), a reflejar su bondad y misericordia, a dar vida a los corazones muertos y apesadumbrados, a testimoniar la alegría de ser de Cristo, a pasar su vida haciendo el bien como el Maestro (Cf. Hech. 10, 38), a vivir en plenitud con ese Tesoro por el cual vale la pena vender todo (Cf. Mt. 13, 44), a elegir la mejor parte que no les será quitada (Cf. Lc. 10, 42)

En medio de tantas posibilidades en tu vida, Él te llama a una en concreto desde antes que tú nacieras: ser un posible sacerdote, “alter Christus” en la tierra. Y esta misión la ha pensado especialmente para ti y te asegura el fruto en abundancia. Dar vida a los hombres… Jesús necesita de hombres para acercar a otros hombres a su Reino, para curar este mundo roto y necesitado de Dios, de amor, de paz. Y te invita… se fija en ti. Espera tu respuesta sin miedos pues cuando Él confiere una misión da también lo necesario para cumplirla a plenitud. Por tanto, ¿a qué temer? San Pablo decía: “Si Dios con nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Rom. 8, 31).

  1. RESPUESTA INMEDIATA.

La respuesta de los apóstoles me impresiona: el evangelio refiere que fue “inmediatamente”. ¡Sí que tenían pantalones! ¿Pero, por qué dieron esa respuesta así de inmediata? ¿Acaso no la pensaron bien? ¿Estaban locos? ¡Nada de eso! Ellos tuvieron una gracia especial para tener en su corazón una certeza sobre quién les llamaba y a qué les llamaba. Y esa gracia hay que pedirla en tu discernimiento a través de la oración, en la Eucaristía… Ten la confianza que esa gracia para responder vendrá no a tu tiempo sino al de Él, por ello mucha paciencia y fe que Dios hablará…Pide en tu oración que Jesucristo se te revele, que te muestre quién es y qué quiere de ti; pero sobre todo, pídele que como buen cristiano hagas siempre su Voluntad; que no seas indiferente ante tanto amor hasta el extremo mostrado en la Cruz… por ti, por amor a ti.

Esa respuesta que Dios espera de ti debe ser confiada y generosa, ¿sabes por qué? porque Dios es quien lleva la obra en ti y en el mundo, no eres tú el protagonista sino Él. El evangelio dice que Cristo es quien les hará pescadores de hombres no ellos mismos. Por tanto, confianza y serenidad que el Señor irá guiando tus pasos. Lo único que pide es confianza, generosidad y valentía, como a Josué (cf. Jos. 1, 1-9). Nuestra certeza es el mismo Señor quien nos ha prometido el ciento por uno en esta vida y la vida eterna. Nadie deja algo bueno si no es por algo mejor. Por tanto te invito a dejar tus redes, tu casa, tu familia y seguir al Señor por donde te vaya conduciendo.

ORACIÓN COLOQUIO.

Tu Palabra, Señor, es lámpara para mis pasos y una luz en el camino (Sal. 119, 105). Escucho tu Voz, Jesús, que habla a mi corazón y me invita a la misión, a dar la vida para que otros tengan vida pero tengo miedos… Pero tu Palabra me conforta y me alienta, no me presiona pero pide una respuesta de amor. Por eso, te pido que abras mi corazón para que mi respuesta sea siempre “Sí” a lo que Tú quieras pues lo que Tú quieres es siempre mejor que lo que yo quiero. Hazme, Señor, un instrumento de tu amor, un pescador de hombres si así lo quieres. Amén.

PROPÓSITOS/ACCIONES QUE AYUDAN AL DISCERNIMIENTO.

  • Hacer una lista de lo que te costaría dejar si Dios te llamara al sacerdocio y confrontarla con lo que el Señor te ofrece al seguirle. No se trata de un “a ver quien da más” sino mirar lo mucho que Dios te ama y te ofrece.
  • Repetir durante la semana la siguiente jaculatoria: “Señor, Tú moriste por amor a mí en la cruz, ¿qué quieres que yo haga por ti?”.
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