¡Siempre pasa lo mismo! La primera vez que la idea de ser sacerdote cruza por tu mente el corazón sufre una especie de espasmo que te hace temer lo peor. Crees que eres el único a quien pasa esto, quieres descubrir qué hiciste para llegar a este estado irracional, empiezas a sentir nostalgia y miedo ante la posibilidad que Dios te pida más, te cuestionas “¿yo, sacerdote; con todo lo que he hecho y soy?”. En fin, surge una inquietud en el corazón de tipo vocacional. Pero justo aquí inicia la confusión: pensamos que tener inquietud vocacional significa tener vocación segura al sacerdocio o la vida consagrada. Y no necesariamente…
La inquietud vocacional es un movimiento del alma por el cual se siente atraída a vivir en plenitud, de hacer cosas que trasciendan lugares y tiempos, se percibe una sensibilidad espiritual hacia Dios y una satisfacción plena al ayudar a los demás especialmente a los más necesitados. Es el inicio de una aventura con Cristo donde el resultado es tener la respuesta de para qué te ha creado Dios y cuál es tu misión en la vida… y justo esto es la Vocación, el llamado especial y concreto para ti de parte de Dios desde toda la eternidad.
Pero todo lo anterior no basta, son sólo algunos signos probables. No todo el joven que sienta inquietud vocacional tiene ya vocación sacerdotal, pero sí todos los que estamos confirmados por la Iglesia por medio del sacerdocio o votos religiosos tuvimos en algún momento inquietud vocacional. Es necesario corroborar si hay un llamado de Dios, si tienes las cualidades para tal vocación y no tienes impedimentos, además de dar tu “sí” generoso con total libertad. Por tanto, ¿cómo saber si ese “mariposeo” que sientes al ver un sacerdote es realmente señal que Dios te llama por este camino?
Te oferzco unos sencillos consejos que han ayudado a muchos jóvenes con inquietud vocacional al sacerdocio:
- ¡No te congeles de miedo! Tener inquietud vocacional no es el fin del mundo y sí es el inicio de un camino de plenitud y serenidad porque sabrás la respuesta a la pregunta sobre el sentido de tu vida.
- No niegues la inquietud ni le huyas… Lo mejor es afrontarla con serenidad y madurez pues si la “tapamos” volverá a surgir y no estaremos en paz. Aceptarla y afrontarla es el primer paso para que tengas certezas.
- Pídele a Dios en la oración que ilumine tu mente y te conceda un corazón generoso. Dios es el inventor de la felicidad y es el primer interesado en que conozcas su Plan para ti. La oración es el mejor medio para preguntarle a Él, tu Creador, qué quiere de ti. Dios no quita nada y en cambio lo da todo, decía el Papa Benedicto XVI. Por ello, disponibilidad y generosidad a lo que Dios te pida.
- Búscate un buen director espiritual-orientador vocacional. Nadie es buen juez de su propia causa. Él sabrá ayudarte a discernir los signos, conducirte por caminos que ayudan a clarificar ideas y temores, rezará por ti y será un compañero que lo único que quiere es que seas feliz. A esto se llama tener un proceso de discernimiento vocacional.
- ¡Se paciente! En estas cosas hay que ir al paso de Dios y no al tuyo. Es importante la paciencia pues no se trata de cualquier cosa sino está en juego tu felicidad y plenitud. Así que ten paciencia, Dios hablará y te mostrará su camino para tener certezas si tu vocación es o no el sacerdocio.
Podríamos seguir con más consejos pero no es el caso. Al final de cuentas, una persona generosa y feliz le da la oportunidad a Dios para que le hable. Tendrá paz y plenitud. ¡No tengas miedo de saber para qué te creó Dios! Sólo así podrás exclamar como San Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. La inquietud vocacional, en definitiva, es el paso de Dios en tu corazón. ¡Anímate a descubrir tu misión en la vida!
Autor: P. Sergio Salcido Valle, LC.