Para Juan Pablo II la vocación sacerdotal es un DON Y UN MISTERIO. Un DON, porque es un regalo de Dios para quien ha sido llamado a esta hermosa misión. Un MISTERIO, porque las respuestas a la pregunta ¿por qué yo y no otro? no siempre se encuentran con facilidad. Para mí, la vocación… bueno, ¿cómo explicarlo? Para mí es, sí, es algo así como… muchas cosas juntas pero que no sabes cómo explicar. Es algo que no quieres contárselo a nadie al inicio e, incluso, es algo que tú nunca habías pensado o planeado. Como que sale “fuera de tus planes”…

Si tuviera que describir la vocación con una sola frase sería: “LA VOCACIÓN SACERDOTAL ES UNA LOCURA”. Posiblemente me tachen de hereje, pero en el fondo todos podrían estar de acuerdo conmigo.

Dime tú si es de alguien cuerdo el dejar todo para ganar todo. La cosa no funciona: si tienes todo ya no puedes ganar todo porque ya tienes ese todo, pero en cambio tú sabes que te falta todo. Y ese todo es tu plenitud de vida (suponiendo que tú tengas la vocación sacerdotal).

El Papa Benedicto XVI dijo alguna vez: “A otros, en cambio, Cristo los llama a seguirlo más de cerca en el sacerdocio o en la vida consagrada. Qué hermoso es saber que Jesús te busca, se fija en ti y con su voz inconfundible te dice también a ti: ¡Sígueme!”.

¿Sabes qué pienso sobre esto? Que es de locos y para locos. Piénsalo. Para algunas personas y en algunas sociedades que dicen que Dios no habla y que Dios está lejano, es una locura. Tu serás un loco que ha escuchado voces.

Pero la locura no es sólo para esas personas, sino también para ti y para mí. Dios nos ha hablado, pero al mismo tiempo no lo puedes explicar. Has escuchado una invitación a seguirlo que no sabes cuándo llegó o, más bien, cuándo dejaste que llegara. No te preocupes si te pasa esto, sólo quiero que sepas que la locura apenas comienza. Y es una “locura” que vale la pena vivir con confianza y alegría. ¡Pongo la mano en el fuego!

Tú y yo creemos que Dios existe y que es Todopoderoso. Es decir que no necesita de nada ni de nadie, pero, sí de ti. Y esto, para llevar a cabo su Plan de salvación, para que muchas personas encuentren la plena felicidad aquí en la tierra y en el cielo.

Lee y reflexiona esto con calma: la Persona más importante te está invitando, y me invita a mí también, a ser su representante. ¡Qué locura! Dios me busca, me encuentra y todavía toma la iniciativa en dirigirme la palabra y pedirme si quiero ser su representante. ¡Qué gran regalo! y ¡qué gran locura! Y una última cosa: “el balón está del lado de mi cancha”, yo puedo elegir y responder con toda libertad.

Y tú… ¿vas a aceptar la “locura” de seguir a Cristo en la vocación sacerdotal si Él te llama?

 

Autor: H. Leonardo Araoz, LC.

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